El trabajador a través de su acción física e intelectual crea o aumenta el valor de una determinada materia prima, o realiza alguna actividad inmaterial (servicio).
Esta materia prima (transformada en un Bien por la acción del trabajador) o el servicio, salen al mercado convertidos en mercancías.
Del pago por esas mercancías creadas por el trabajador, a este último le será dado (en forma de salario o jornal) solo una parte.
Esto no ya a nivel de empresa, fábrica o corporación.
Cuando no responden a lógicas productivas (esto es enviar el capital –dinero-a una actividad fructuosa con potencialidad de satisfacer necesidades) los mecanismos financieros a veces igualmente pueden obtener lucro.
¿De dónde salió el beneficio mensurable si de hecho no se generó ninguna actividad que satisfaga necesidades humanas?
Son variadas las operaciones financieras que permiten generar ganancias a través de simples transacciones simbólicas que no satisfacen necesidades materiales de nadie.
Cuando gracias a estas fluctuaciones simbólicas y virtuales surge un actor que se apropia de un excedente que es real, el esquema semeja a una ecuación suma cero.
Lo único que hizo el arbitraje fue transferir lo ya existente de una mano a otra.
Gracias a una compleja institucionalidad del sistema financiero, esto que algunas veces conlleva despojo, puede hacerse por mecanismo desprovistos de violencia formal.
Acá no estamos hablando de un accidente o fallas del mercado (Goransky, 2004).
El complejo financiero le permite a las minorías beneficiarias apropiarse de utilidades que ellas no produjeron.
Poniendo en circulación datos e información falsa, sin correlato con la economía real para generar expectativas erróneas (Ej.
: Promover el endeudamiento a tasas usurarias para solventar gastos superfluos).