A nivel global, Chile es el séptimo país del mundo en producción acuícola y el primero en América.
Los orígenes de la acuicultura en Chile se remontan a la segunda mitad del siglo XIX.
[6][7] En este mismo periodo, el Estado tomó la iniciativa de introducir salmónidos.
[8] La sobreexplotación de los bancos naturales de la ostra chilena en Llanquihue y Chiloé (la mayor explotación era en Ancud) durante las últimas décadas del siglo XIX, situación estudiada por personeros como el naturalista británico Edwyn C. Reed y el hidrógrafo chileno Francisco Vidal Gormaz,[a] llevó a que el presidente José Manuel Balmaceda autorizara en 1888 al empresario francés Émile de Solminihac la instalación en el estero Huito (Calbuco) del primer criadero en Chile de esta especie y de cualquier molusco.
[11] Sin embargo, dicha autorización fue en realidad para la explotación «prudente» más que el cultivo de la especie.
En 1901 el Ministerio de Industria y Obras Públicas le encargó al científico alemán Federico Albert un estudio sobre aclimatación del salmón y al año siguiente le comisionó un estudio definitivo para su introducción.
El valle había sido seleccionado porque en ese tiempo se construía el Ferrocarril Trasandino, el que facilitaría la logística involucrada en la operación del centro.
[13][14] Durante los siguientes cinco años, gracias a las labores de la piscicultura Río Blanco, se poblaron numerosos ríos desde el valle del Aconcagua hasta el río Bueno; el éxito de la empresa llevó a que en 1910 se instalara una piscicultura itinerante en el desagüe del río Maullín (hoy la ciudad de Llanquihue) para el cultivo en ríos del sur del país, y en 1916 inició sus labores la piscicultura de Lautaro, ubicada en el río Cautín.
La escuela tuvo una existencia efímera, pero Collongues, pionera y próspera empresaria pesquera y conservera de Calbuco,[18] sí pudo realizar actividades de cultivo en Lechagua en 1916, aunque sin éxito.
[25] En paralelo, se retomó el interés de introducir en Chile salmones del Pacífico —los que tenían un alto valor comercial— después del fracaso de los intentos realizados en los años 20.
Asimismo, en el mismo periodo la misma entidad realizó en la laguna Trupán, en laguna La Poza (Puerto Varas) y en el lago Panguipulli los primeros cultivos experimentales de truchas salmonídeas en balsas jaulas.
[37] En 1979, Nichiro Chile —de capitales japoneses— y la chilena Mytilus —que había empezado en 1974 con mitílidos— iniciaron el cultivo de salmón Coho con balsas jaulas en el mar: en Chinquihue (Puerto Montt) y en estero Huito (Calbuco), respectivamente.
[38] Asimismo, también durante la década se inició el cultivo a pequeña o mediana escala de ostras y mejillón.
[42] En los años siguientes, Fundación Chile tuvo un rol crítico en la expansión de la actividad acuícola, y salmonera en particular.
A diferencia de las otras especies que son cultivadas para el consumo humano, el pelillo es fundamentalmente exportado a países como Japón, Tailandia y Estados Unidos para la elaboración de los subproductos agar-agar y colagar.
En 2019 se cosecharon 21 841 toneladas,[2] equivalentes al 28,8 % del desembarque total anual del recurso (75 771 t),[62] Su cultivo se concentra principalmente en la Región de Los Lagos, principalmente bajo el modelo de acuicultura de pequeña escala,[63] aunque también se desarrolla en otras regiones como Antofagasta, Atacama y Coquimbo.
Otras algas cultivadas, en escala mucho menor que el pelillo, son Spirulina spp., Haematococcus pluvialis, el huiro y la luga negra (Sarcothalia crispata).
La actividad tiene sus orígenes en los años 80, gracias a proyectos de transferencia tecnológica desarrollados por la Universidad Católica del Norte con apoyo del gobierno de Japón.
[67][2] A lo largo de los años, la acuicultura comercial —particularmente la industria salmonera— ha sido cuestionada por sus impactos en el medio ambiente.
[73] La alta dependencia en antimicrobianos por parte de empresas chilenas se debe a la presencia de una enfermedad bacteriana en las aguas chilenas — Septicemia rickettsial salmonídea (SRS)— que no está presente en el país nórdico.
[77] En 2020 la Superintendencia del Medio Ambiente multó a Mowi (ex Marine Harvest) por «daño ambiental irreparable» a raíz del escape de más de 690 000 peces en isla Huar en 2018.