Los Acuerdos de Múnich se consideraron desde el primer momento como una fecha negra en la historia de los checos, al advertir ellos que Gran Bretaña y Francia cedían fácilmente a las presiones de Alemania y negaban todo apoyo a su aliada Checoslovaquia, cuestión que el Gobierno comunista checoslovaco utilizaría años después para defender su alianza con los soviéticos.Los alemanes residentes en los Sudetes se convirtieron automáticamente en ciudadanos del Tercer Reich (y por ello fueron considerados extranjeros por los checos a partir de 1945, lo que supuso que las propiedades de los alemanes fueran confiscadas y repartidas entre los checos durante la era comunista).Como muchos checos, estaba profundamente desilusionado por las potencias occidentales, que en virtud del Tratado de Versalles se habían comprometido a defender la integridad territorial checoslovaca.En Francia, sólo el Partido Comunista denunció el acuerdo y afirmó que Adolf Hitler continuaría su política expansionista.[3] Adolf Hitler en un momento había prometido sólo anexionarse los Sudetes (territorio poblado por checos de origen alemán), pero no cumplió su palabra y comenzó a presionar a los gobernantes de Checoslovaquia para que aceptaran el control alemán sobre el país.En Checoslovaquia hubo una movilización parcial, las tropas se introdujeron en los Sudetes y ocuparon las fortificaciones fronterizas.La Unión Soviética manifestó su rechazo a los Acuerdos de Múnich, así como a sus consecuencias, principalmente por no haber estado presente durante las negociaciones[4] y por haber percibido en esta exclusión un gesto de Gran Bretaña y Francia donde estos países mostraban más voluntad de colaboración con Alemania que con la Unión Soviética.