[1][2] El esófago torácico también pierde la actividad peristáltica normal y se vuelve dilatada produciendo un megaesófago.
La mayoría de los casos observados en los Estados Unidos son acalasia idiopática primaria ; sin embargo, acalasia se puede observar en la enfermedad de Chagas causada por Trypanosoma cruzi, infiltración esofágica por carcinoma gástrico, gastroenteritis eosinofílica, linfoma, ciertas infecciones virales y trastornos neurodegenerativos.
Los síntomas más notables en la acalasia son: Para el diagnóstico se utilizan técnicas diversas de imágenes como: la Esofagoscopía, la radiología y la manometría.
Por la falta de movimientos peristálticos, se suele observar en la radiografía un margen entre aire y líquido.
El diagnóstico es confirmado por medio de una Manometría esofágica de alta resolución, que mide las presiones del esófago mediante una sonda nasoesofágica y permite comparar las presiones en situación basal y durante la deglución.
La sonda mide las contracciones musculares en diferentes partes del esófago durante el acto de la deglución.
[10] Las terapias actuales suelen ser de tipo paliativos y tienen como objetivo el aliviar la disfagia al perturbar o relajar las fibras musculares del esfínter esofágico inferior (EEI) con la toxina botulínica.
Se deben evitar los alimentos que pueden agravar el reflujo, incluyendo la salsa de tomate, cítricos, chocolate, menta, el licor y la cafeína.
La toxina botulínica (Botox), producida por la bacteria Clostridium botulinum, puede ser inyectada en el esfínter esofágico inferior (EEI), paralizar los músculos que la mantienen cerrada y detener el espasmo.
Como en el caso del Botox cosmético, el efecto es solo temporal y los síntomas retornan relativamente rápido en la mayoría de los pacientes.
Siempre hay un pequeño riesgo de una perforación que requiere reparación quirúrgica inmediata.
Después de la cirugía, los pacientes deben seguir una dieta blanda durante varias semanas a un mes, evitando los alimentos que pueden agravar el reflujo.
Este trastorno puede complicarse, no deben tomarse los síntomas a la ligera; si no se recibe el tratamiento adecuado, puede derivar en una perforación del esófago, reflujo o en la aspiración de alimento hacia los pulmones, causando neumonía.