Sin embargo, Ibn Rashid hizo en 1904 un llamamiento al gobierno otomano pidiendo ayuda para derrocar a la casa de Saúd.
Después el campo de batalla se trasladó a Al-Hasa, donde vivía una importante comunidad chií.
En este mismo año fundó los Ikhwan, unas organizaciones militares religiosas, formadas por numerosas tribus beduinas que tenían en común con Ibn Saúd la misma fe fundamentalista, que le ayudarían en sus conquistas finales.
Cercana la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña empezó a buscar aliados locales en el Néyed, cuyo apoyo se consideraba esencial para acabar con la autoridad otomana de la región.
Además, Ibn Saúd había expresado su deseo de entrar en negociaciones con el gobierno británico.
Los británicos se habían percatado, en su intrusión en la política de Oriente Medio, del gobierno hachemí en Irak y en Transjordania.
La Meca, desde el siglo X, ya venía siendo gobernada por los hashimíes, quienes alegan ser descendientes del Profeta Mahoma.
No obstante, Ibn Saúd no hizo la guerra inmediatamente contra Ibn Rashid a pesar del suplemento armamentístico y económico, unas 5000 libras al mes que había recibido del gobierno británico.
[1] El gobierno británico reorganizó sus ganancias territoriales mientras que, a cambio, Ibn Saúd acordó que no intentaría expandir las fronteras de su territorio hacia los protectorados de la costa del Golfo Pérsico y en Irak.
El gobierno británico estaba del lado de Ibn Saúd y lo financiaba.
Al año siguiente los miembros del Ikhwan se levantaron en protesta contra Ibn Saúd, llegando a protagonizar algunas revueltas no demasiado escandalosas.
Entre los años 1927 y 1937 Ibn Saúd continuó su labor consolidando su poder a través de la península.
Se debe tener en cuenta que el rey contaba con unas alianzas muy poderosas con el príncipe Sheikh Rashid bin Khuzai bin Durgham, quien pertenecía a la tribu al-Fraihat, una de las más influyentes y con raíces reales en la época del Imperio otomano.
Por otro lado, hay que recordar que el sultán otomano había establecido al emirato de Ajloun, desde el año 1517, como administrador del área de levante mediante la tribu al-Fraihat, por su habilidad para influenciar en la zona.
La cuestión palestina no llegó a ser un problema entre Ibn Saúd y Gran Bretaña.
Con anterioridad a los disturbios de 1936 en el Mandato Británico de Palestina, parece ser que Ibn Saúd había prestado poca atención a los acontecimientos sucedidos en esta parte del mundo árabe.
No obstante, en 1938 fue atacado un oleoducto británico importante en Irak, sospechándose de un sabotaje cometido por agitadores locales financiados por el Tercer Reich.
Fue el comienzo de una explotación a gran escala del crudo tras la Segunda Guerra Mundial.
El monarca fue aconsejado por dos de sus colaboradores y asesores, Amin Rihani y St John Philby, a que garantizara la autorización de explotar los campos saudíes a las empresas petrolíferas norteamericanas.
Se centró, sobre todo, en las guerras contra los peregrinos que intentaban llegar a las ciudades santas del islam, La Meca y Medina.
Al proclamarse el reino de Arabia Saudita, Ibn Saúd puso todo su empeño en consolidar un linaje real que diera continuidad a su liderazgo.
En segundo lugar, consolidó su propia línea, los hijos varones, que acabó por convertirse en un grupo real diferenciado.
Este, despreocupado por la vida política y por mantener las relaciones petrolíferas con las empresas norteamericanas, se dedicó a derrochar la fortuna del imperio.