Abadía de Fleury

Según leyenda, el primer abad del convento, Mummolus, mandó a Nursia al monje Aigulfo para que buscase entre las ruinas el cuerpo de san Benito de Nursia y se lo trajese.

En 865 los normandos quemaron el convento, del cual se habían retirado los monjes, llevándose las reliquias de San Benito.

Desde este momento los normandos concibieron un gran respeto por san Benito y el mismo Rollo, aunque pagano todavía, perdonó la abadía de Fleury.

A pesar de estos acontecimientos tan poco favorables a la disciplina, esta permaneció vigente basta principios del siglo X; pero hacia 930 había caído completamente en decadencia como en los demás conventos de Francia.

Odón permaneció algún tiempo en Fleury, hizo entrar todo en orden, abolió las propiedades particulares de los monjes, restableció la comida de vigilia, renovó la antigua disciplina y vio multiplicarse el número de religiosos a los cuales se juntaron canónigos y obispos, que renunciaron a sus dignidades para abrazar la vida severa del convento.

Suministró con frecuencia a los otros conventos, monjes encargados de reformarlos y estableció muchas colonias afiliadas.

Así es como se formó un inmenso tesoro de manuscritos y libros preciosos, con los cuales más tarde no supieron hacer cosa mejor los hugonotes que desgarrarlos, diseminarlos y destruirlos en nombre de la pura luz del Evangelio.

Otro tanto hicieron con los templos católicos y con los santuarios más venerados del país y Fleury debió tenerse por muy dichoso de que en su rabia devastadora, que se ensañaba contra las reliquias perdonasen el cuerpo de San Benito y no destruyesen el convento que le estaba consagrado, después de haber saqueado en varias ocasiones los preciosos tesoros que la piedad de las naciones había acumulado allí hacia siglos.

Interior de la abadía
Campanario truncado