La propuesta contó con el apoyo del rey Luis XIII, de los cardenales Retz, Sourdis y Richelieu y del presidente del parlamento Nicolas de Verdun; Gregorio XV dio su aprobación en 1621, confirmada seis años después por Urbano VIII.
La nueva congregación tomó la advocación de San Mauro en memoria del santo que en el s. VI fue discípulo de San Benito.
Poco después Richelieu, que buscaba unir a los benedictinos franceses, maniobró para fusionarlos a todos en la "Congregación de San Benito" o "de Cluny y San Mauro", fundada con tal fin en 1634, pero esta nueva situación duró poco, pues diez años después Urbano VIII las separó nuevamente.
En 1645, con la congregación bajo el gobierno de Grégoire Tarisse, el capítulo general aprobó sus constituciones; en ellas se estipulaba que la disciplina debía regirse por la observancia estricta de la regla de San Benito: oración, estudio, obediencia, humildad, pobreza, silencio, austeridad en la mesa y en el vestido y trabajo manual.
Se instituyeron escuelas de filosofía, teología, derecho canónico, latín, griego y hebreo, en las que las familias adineradas ingresaban en ella a sus hijos atraídos por su prestigio intelectual; los frailes que no tenían medios económicos para sufragar los gastos de su educación la recibían gratuitamente en la abadía de St-Martin de Vertou.