Su doctrina neoplatónica daba al hombre una reseñable libertad de decisión ante su creador.
Haciendo una interpretación del capítulo tercero del Génesis que proviene de San Agustín los neoplatónicos consideraban al hombre agente totalmente responsable y por tanto libre en sus decisiones, de pecar o no pecar y con ello condenarse o no hacerlo.
El pecado es así presentado como la desobediencia humana a la voluntad divina y el extravío del camino definido por Dios.
Fulberto profesó gran devoción a la Virgen, que fue siempre el centro de su espiritualidad.
En este dominio, su talento se hizo notar tras el lamentable incendio de su catedral en 1020.