Éxodo Jujeño

En la ciudad de Jujuy terminaba el camino carretero que conectaba con el Río de La Plata; hasta allí llegaban las carretas cargadas con mercancías, con destino a los mercados del Alto y Bajo Perú; en adelante sólo se podía continuar el viaje en mula y las mercancías debía enfardarse para ubicarlas en tercios de mula o burro, dirigidos por arrieros.

Los arrieros o con sus mulas y carreteros con sus carretas confluían con la dinámica actividad cotidiana de Jujuy.

Y más grande era aun la diferencia con la mayor parte de la población integrada por mestizos e indígenas.

Entre los criollos, que tenían limitado acceso al gobierno colonial, fueron ganando terreno las idea de la ilustración como la soberanía popular, la libertad y la igualdad.

[4]​ El coronel Eustoquio Díaz Vélez fue designado mayor general o segundo jefe del ejército patriota.

El mayor general Díaz Vélez, al mando de sus voluntarios que habían ido a Humahuaca a vigilar la entrada del general realista Juan Pío Tristán, volvió con la noticia de la invasión.

Por entonces llegaban hasta la zona las fuerzas patriotas retiradas del Alto Perú tras la derrota sufrida en la batalla de Huaqui.

Eran alrededor de 800 soldados, sin armas ni recursos, semidesnudos, afectados por el paludismo y completamente desmoralizados.

[5]​ Belgrano debía reorganizarlos, rearmarlos, restablecer la disciplina y dar ánimos a la población.

El gobierno consideraba imposible resistir al ejército del realista Pío Tristán, que avanzaba desde el Alto Perú después de haber recibido refuerzos en Suipacha, que elevaban su dotación a 4000 hombres.

En las instrucciones recibidas por Belgrano, el gobierno le ordenó que destruyera cuanto pudiera ser útil al enemigo para dificultar sus marchas y recursos.

El ejército español continuaba su avance hacia el sur, con cerca de 3000 soldados, comandados por Tristán.

La orden especificaba que la retirada debía dejar solo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable.

Los cultivos fueron cosechados o quemados, las casas destruidas, y los productos comerciales enviados a Tucumán.

Ya desde antes, Belgrano se había apercibido que retirándose hasta Córdoba en espera de la ofensiva de los realistas, éstos podrían fácilmente esquivar las defensas en Córdoba y avanzar directamente sobre Buenos Aires.

Comunicó esta decisión al Triunvirato, pero Rivadavia le contestó ordenándole nuevamente seguir viaje hacia Córdoba.

En aquellos tiempos la heroica jornada no se conocía con el nombre de Éxodo, como ocurre actualmente.

Recién en 1877 recibiría ese término en la obra “Jujui, provincia federal arjentina: apuntes de su historia civil”, del historiador Joaquín Carrillo (1877), quien asemejaba la marcha a la emprendida por la familia de Jacob por el desierto.

Cada noche del 22 de agosto, en las Vísperas al Éxodo , se lleva a cabo la quema simbólica de la ciudad, acto para el que se construyen chozas de madera y paja en el lecho del río Xibi Xibi, que luego son quemadas mientras la población se desplaza a pie y en carretas simulando la partida del pueblo que abandonó sus pertenencias y bienes en pos la libertad del pueblo argentino.

Estatua ecuestre de Manuel Belgrano . Obra conjunta de Albert-Ernest Carrier-Belleuse (figura) y Manuel de Santa Coloma (caballo).
Óleo del General Eustoquio Antonio Díaz Vélez en el Cabildo de Salta, Sala de la Independencia, Provincia de Salta, República Argentina.
Obelisco del Éxodo Jujeño,
Obelisco del Éxodo Jujeño, ubicado en Plazoleta 23 de Agosto, frente de la Ex Estación de trenes.
Concentración Puente Tucumán, marcha evocativa.
Quema simbólica en parque Xibi-Xibi.
El cabildo de Jujuy se viste de gala ante el desfile de los soldados de Belgrano.
Imagen en conmemoración de la gesta del Éxodo Jujeño
Representación del Éxodo Jujeño en el Parque Lineal Xibi Xibi.
Armado de la quema simbólica del 23 de agosto.
Orillas del río Xibi Xibi.