Después de alcanzar dicho acuerdo, Álvaro Pérez de Castro recuperó el favor del rey Fernando III y retornó junto a él hacia tierras castellanas.
Entonces la condesa Aurembiaix de Urgel, esposa de Álvaro Pérez de Castro, que se encontraba en Martos a pesar de que su esposo se hallaba en Toledo junto al rey Fernando III,[12] envió recado a don Tello para que regresase a toda prisa.
Mientras tanto tuvo que recurrir al expediente desesperado de ordenar a las mujeres que se quitasen sus tocas y empuñasen las armas (En una plaza tomada por asalto, las mujeres son parte del botín).
En contra de leyendas y distorsiones posteriores, la condesa no intentó engañar al enemigo fingiendo que sus mujeres eran hombres.
Poco después llegó Tello Alfonso de Meneses, que vaciló al ver el número de enemigos, pero un caballero llamado Diego Pérez de Machuca le incitó a actuar y lanzaron una carga que logró cruzar las líneas enemigas, no sin sufrir bajas.
Poco después acudió a socorrer la localidad sitiada Gonzalo Yáñez, hijo del conde Gómez, acompañado de setenta caballeros, al tiempo que el rey Fernando III ordenaba a Álvaro Pérez de Castro, a Alfonso Téllez de Meneses y a los maestres de las Órdenes de Santiago y Calatrava que acudiesen junto con sus mesnadas en socorro de la localidad sitiada, que se vio así libre del asedio musulmán cuando las tropas de Álvaro Pérez de Castro y sus acompañantes rompieron el cerco, obligando a huir a los musulmanes sevillanos, que no obtuvieron ninguna ganancia territorial con la empresa.
[19] En 1231, mientras Fernando III recorría las principales ciudades del reino de León después de haber tomado posesión del mismo, el soberano envió a su hijo, el infante Alfonso, que contaba nueve años de edad y se hallaba en Salamanca, a devastar los reinos musulmanes de Córdoba y Sevilla, acompañado por Álvaro Pérez de Castro y por el magnate Gil Manrique.
No obstante, varios historiadores han señalado que el infante Alfonso al que se refieren las crónicas de la época no fue el hijo de Fernando III, sino su hermano, el infante Alfonso de Molina, hijo del difunto Alfonso IX de León.
[20] No obstante, según la versión que sostiene que el infante Alfonso presente en la batalla era en realidad el hijo del rey, Fernando III:[21] Desde Salamanca y pasando por Toledo, donde se les unieron cuarenta caballeros toledanos, se dirigieron hacia Andújar, y desde allí, se encaminaron a devastar la tierra de Córdoba, y posteriormente, al municipio cordobés de Palma del Río, donde exterminaron a todos sus habitantes y tomaron la localidad, dirigiéndose a continuación hacia el reino de Sevilla y hacia Jerez de la Frontera, donde instalaron el campamento cristiano en las cercanías del río Guadalete.
[22] El emir Ibn Hud, que había reunido un numeroso ejército dividido en siete cuerpos, se interpuso con él entre el ejército cristiano y la ciudad de Jerez de la Frontera, obligando a los castellanos a combatir.
Además enviaron mensajeros a Álvaro Pérez de Castro, que se hallaba en Martos, y otro a Fernando III de Castilla.
[26] El primer socorro recibido por los cristianos que intentaban apoderarse de Córdoba fue el proporcionado por un mesnadero del rey, llamado Ordoño Álvarez, al tiempo que Álvaro Pérez de Castro acudía junto con sus tropas.
El 7 de febrero de 1236 llegó a Córdoba Fernando III, que había tenido noticias de lo que acontecía en Córdoba mientras se hallaba en el municipio zamorano de Benavente y, rápidamente, se puso en marcha hacia Córdoba con los caballeros que le acompañaban, al tiempo que cursaba órdenes para que los magnates, concejos, prelados y maestres de las Órdenes Militares reuniesen sus huestes y se dirigiesen a Córdoba, a fin de socorrer a los cristianos que se hallaban sitiados en la Axerquía.
[34] Tras la defunción de Álvaro Pérez de Castro, Fernando III se dirigió a Andalucía a fin de evitar que cundiera el desánimo entre las tropas castellanas allí acuarteladas, que habían perdido a su comandante, al tiempo que recompensaba a los que en el pasado se habían destacado en la conquista de dicha ciudad, y procedió además a realizar varias expediciones de saqueo y conquista, consiguiendo con ello que durante la campaña de ese año cayeran en sus manos, entre otras, las ciudades de Osuna, Marchena, Porcuna y Montoro.