¡Vivan las cadenas!

En aquel entonces en España solo eran liberales los más ilustrados de la clase media y parte del Ejército, mientras que entre el pueblo llano la opinión antiliberal era muy pujante.

En esta ocasión, los soldados franceses, tan odiados en tiempo de Napoleón Bonaparte, eran recibidos en palmas por los españoles.

El vulgo, ebrio de alegría, cometió excesos y tropelías persiguiendo a los liberales, saqueando en algunos puntos las casas.

Desde entonces, el grito vino siendo usado no tanto por los absolutistas como por sus enemigos políticos con fines peyorativos, del mismo modo que usaban para referirse a ellos el epíteto de «serviles».

Muy a menudo, la forma de referirse al lema para marcar esa intención era exagerar una pronunciación vulgar: «¡Vivan las caenas!» (sic).