En este punto, Langsdorff y su oficialidad cometieron un grave error táctico—su nave tenía más armas que todos sus oponentes (280 mm calibre mayor, al Exeter 200 mm, al Ajax y al Achilles 150 mm), o sea que si él hubiera concentrado su fuego sobre el Exeter primero, el Admiral Graf Spee lo hundía y seguía con las otras naves enemigas livianas.
Langsdorff y los almirantes británicos decidieron cesar la acción siendo que el alemán podía perfectamente finiquitar el combate a su favor, pero optando en cambio ir en pos del puerto neutral de Montevideo, ROU para reparaciones.
Sin embargo, al dejar el límite fluvial aguas territoriales uruguayo se detuvo y su tripulación pasó a barcas argentinas.
La tripulación desembarcó en Buenos Aires, donde permaneció internada por el resto de la guerra, algunos retornaron a Alemania y otros comenzaron una nueva vida.
Que la muerte de Langsdorff haya sido instigada o compelida por las autoridades nazis es una hipótesis más.
Hans Langsdorff recibió sepultura en el Cementerio Alemán, junto al Cementerio de la Chacarita en Buenos Aires (Argentina) y actualmente está enterrado junto a cuatro tripulantes más, Johannes Eggers, Wolfgang Beyrich, Josef Schneider y Peter Kranen.
En efecto, toda tentativa para abrir un camino hacia alta mar estaba condenada al fracaso a causa de las pocas municiones que me quedaban.
Antes de exponer mi navío a caer parcial o totalmente en manos del enemigo, después de haberse batido bravamente, he decidido no combatir, sino destruir su material y hundirlo… Desde un principio he aceptado sufrir las consecuencias que implicaba mi resolución.
Sólo puedo probar con mi muerte que los marinos del Tercer Reich están dispuestos a sacrificar su vida por el honor de su bandera.
Soy feliz al pagar con mi vida cualquier reproche que pudiera formularse contra el honor de nuestra Marina.