Su otras grandes pasiones, la literatura y el teatro clásicos franceses, los descubrirá poco más adelante, cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, se traslada a la casa de su abuela Marie en Sardent (Creuse), donde fundará un cine en un garaje.
El mismo Chabrol usará AJYM Films para producir sus primeros cinco largometrajes antes de su cierre definitivo en 1961.
Tanto cuando sus películas se basan en temas propios o en adaptaciones de novelas, lo más importante es la estructura narrativa.
Los personajes y la intriga existen sólo para suscitar el interés del espectador, ya sea porque recobran lo que ya conoce, o porque le proponen aventurarse por un nuevo terreno.
La idea es que el relato se construya por medio de una estructura absolutamente estable, que ha de quedar invisible, no construirse a partir del encadenamiento de técnicas formales ante las cuales el espectador está entrenado para reaccionar, como pasa en la mayoría del llamado cine comercial.
Esta contraposición surge con Los primos (1959), los primeros Charles y Paul de la filmografía chabroliana.
Cuando llega el día del examen más importante, Charles, deprimido por la convivencia con la pareja, falla clamorosamente, mientras que Paul lo supera gracias a sus trampas y sobornos.
Cuando vuelve a casa, Charles, frustrado, introduce una bala en la pistola de su primo mientras duerme, pero el disparo no sale.
Hélène es a veces la esposa engañada (Al anochecer (1971)), otras es ella la adúltera (La mujer infiel (1968)), cuando no es la amante (Accidente sin huella (1969)).
Stéphane Audran aparece ya en Los primos, siendo esta su primera intervención en una película de Chabrol.
Durante la etapa Génovès se desarrolla su creación más característica, el triángulo argumental formado por los personajes Paul, Hélène y Charles de una forma más precisa, evidente y magistral, si bien todos los personajes habían nacido en la etapa anterior.
Con Génovès Chabrol establecerá de forma definitiva su estilo cinematográfico y su esquema constructivo.
Su colaboración con el productor Marin Karmitz fue la más larga y la más fructífera, en la que podemos encontrarnos las obras de la que serían su segunda juventud, a partir de La ceremonia (La cérémonie, 1995).
En esta etapa se sucedieron los premios internacionales en festivales como Cannes, Venecia, Toronto o Montreal, o San Sebastián y Valladolid en España, premios tanto para él y sus películas como para las interpretaciones de Isabelle Huppert en particular.