Se le reconoció al obispo metropolitano de Toledo el derecho a consagrar aquellos obispos que fueran designados por el rey, aunque pertenecieran a cualquier otra provincia, lo que dio origen a la primacía de la sede toledana dentro de la Iglesia hispana.
En realidad, se había utilizado este recurso para la deposición de Wamba cuando estaba inconsciente.
El concilio tomó diversas medidas, a solicitud del rey sin oposición de los obispos (que las confirmaron), contra los judíos, decretándose contra ellos un total de veintiocho leyes.
La persecución se limitó, salvo casos aislados, a la confiscación de bienes.
En general disminuyó notablemente los castigos a los que estaban sometidos los nobles y aseguró sus privilegios.