Cuenta la tradición que en el año 1392 la Virgen María se le apareció a Pedro Amador Vázquez.
Todas las mañanas las llevaba a pastar al pizarral donde se alimentaban con las pequeñas hierbas y el tomillo que salía entre aquellas pizarras, y al atardecer las volvía a Nieva para su descanso.
Mientras la Señora cuidaba de su ganado Pedro partió hacia Segovia a cumplir la misión encomendada.
Al llegar al palacio episcopal, la guardia del obispo no solo le trató de loco, sino que le propinaron cachetes y se reían de él.
Desconsolado el pastor regresó al lugar donde había dejado sus ovejas y de nuevo se le volvió a aparecer la Virgen.
Y por más intentos que hicieron ninguno pudo arrebatar de sus manos la reliquia.
[9] Al llegar Pedro les indicó el lugar donde encontrarían la imagen de la Señora y empezaron a excavar con las manos.
Con sumo cuidado la depositaron en un pequeño pedestal de aquella piedra y encendieron velas a su alrededor.
La villa de Santa María la Real de Nieva fue fundada tres años más tarde, en 1395, por el rey Enrique III y su esposa,[3] y el santuario fue ampliado a monasterio.
En ella las cuatro calles principales del pueblo (antes eran seis): Segovia, Miguel Ibáñez, Mayor y Ochando, ofrecen a la Virgen un gran cirio decorado.
Al iniciarse la tarde se saca en procesión a la Virgen, rodeando la plaza Mayor y recorriendo toda la calle de la Media Luna hasta llegar de nuevo a la iglesia.
Esta procesión es especial porque los varones del pueblo, vestidos de blanco con faja y pañuelo rojo, harán todo el recorrido bailando jotas frente a la Virgen.