En el momento de la consagración, el dogma (del griego δόγμα: «doctrina» o «precepto») católico afirma que el vino de misa se convierte realmente en sangre.
A este fenómeno se le llama la transubstanciación (transformación de una substancia, el vino, en otra, la sangre de Cristo, perdurando los accidentes del vino: su color, forma, cantidad, gusto, olor...).
«El vino para la celebración eucarística debe ser “del producto de la vid” (Cf.
Lc 22, 18), natural y puro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas.» (Instrucción General del Misal Romano, 322) Habitualmente, llevan en su etiqueta la leyenda “Apto para la Santa Misa”.
Algunos ejemplos de vinos tradicionalmente usados para la misa son los siguientes: