Vicente Goicoechea Errasti

Hizo el bachillerato en Vitoria (1867-1872), y durante la tercera guerra carlista se quedó en su pueblo natal, en una intendencia militar, estudiando piano.

Su formación musical fue en buena parte autodidacta, salvo algún maestría ocasional, como la de Felipe Gorriti.

Pronto se les unieron jóvenes con una sólida formación como Nemesio Otaño, Julio Valdés, Marcelino Villalba, José M. Olaizola, Gaspar Arabaolaza, etc.

Como vehículo de estas inquietudes, se fundó la revista Música Sacro-Hispana, que comenzó ser editada en Valladolid para y luego a Bilbao y Vitoria: «La paternidad de su nombre se debia a insigne maestro don Vicente Goicoechea.

La humildad de este músico excelente no le permitió escribir en nuestra revista más que el título, pero el supo dirigirla y encauzarla por los senderos del Verdadero arte religioso español, con sobre continuos consejos y sabias orientaciones.

A raíz del Congreso sobre Música Religiosa de Valladolid, Goicoechea consideró cumplidos sus objetivos y concluida su carrera.

Su salud cada vez era más delicada y llevaba una vida retirada aunque sigue componiendo hasta su muerte.

Tres de las obras anteriores a la reforma del Papa son: los Maitines, las Kalendas y los Responsoria.

Compuso también varios moteles: O corazón amoris víctima, Ave verum corpus, Tantum ergo.

Interesó el cardenal José María Cos y Macho en este cometido e influyó poderosamente en la formación musical del que fue su mentor, Nemesio Otaño.

También durante este tiempo compuso el oficio de Nona, que fue modificada más tarde.

La orientación artística de Goicoechea fue correcta desde el principio, y adaptable a las normas dictadas posteriormente por las autoridades eclesiásticas.

Bach, como lo demuestra su magnífico Te Deum laudamus, que es a la vez una obra muy personal.