En su infancia, si bien en un principio destacaba por ser traviesa, caprichosa e impulsiva, apoyada por sus hermanas va desarrollando progresivamente gran piedad y espíritu de oración.
Después de su profesión, pasó por todos los oficios y cargos del monasterio, desde el más humilde hasta el más honroso, siendo sucesivamente cocinera, despensera, enfermera, tornera, panadera, sacristana, maestra de novicias y, finalmente, abadesa, cargo que ejerció once años hasta su muerte.
Al principio no quiso aceptarlo, pero con gran esfuerzo finalmente accedió; a partir de ese momento comenzó a experimentar por el resto de su vida un intenso sufrimiento espiritual y posteriormente corporal.
Se le practicaron exorcismos y el obispo llegó a tratarla de bruja.
Además se la incapacitó para ser elegida para ningún cargo de la comunidad así como para votar en las elecciones de otras para cargos comunitarios; se la sometió a estricta incomunicación, prohibiéndole recibir visitas y escribir cartas.
Se la representa usualmente coronada de espinas, abrazando la cruz y con su propio corazón en la mano.