La diosa se representa en una pose fugitiva y momentánea, como si hubiese sido sorprendida en el momento de emerger del mar, a lo que alude el delfín a sus pies, que no habría sido un apoyo necesario para el bronce original.
Aunque esta variante particular no es identificable en ninguna obras conservada, debe haber sido ampliamente conocida por los expertos griegos y romanos.
Estas esculturas se describen como «copias romanas», al entenderse que fueron producidas, a menudo por escultores griegos, en cualquier lugar bajo dominación romana «digamos, entre la dictadura de Sila y la cesión de la capitalía a Constantinopla, del 81 a. C. al 330 d. C.»[7] Su calidad puede variar desde la obra ejecutada por un buen escultor para un patrón entendido hasta copias vulgares producidas en masa para los jardines.
El origen de la Venus no está documentado: «su reputación parece haber crecido gradualmente», señalaron Francis Haskell y Nicholas Penny.
[9] Aunque los visitantes de Roma como John Evelyn la consideraban «un milagro del arte», fue enviada a Florencia en agosto de 1677, siendo autorizada su exportación por el papa Inocencio XI, según se creía, porque estimulaba el comportamiento obsceno.
Para fechar las réplicas, se presta atención a detalles menores de los delfines que fueron añadidos por los copistas, en los que quedan de relieve las convenciones estilísticas: el Metropolitano fecha su Afrodita del tipo Médici en la época augusta.