En el siglo XIX se mencionaba como la mayor parte del término se hallaba «poblada de pino, roble y encina, con otra infinidad de arbustos y plantas aromáticas».
Este lugar, rico en yacimientos salinos fue siempre muy pretendido por los determinados Concejos y Señoríos como medio de riqueza en la economía ganadera del momento.
Vivieron en el celo inquisitorial del Tribunal conquense llevó a cabo numerosos procesos por judaizantes en el que se vieron involucradas varias familias honradas de este lugar.
El último se lleva a cabo en 1625 y recaerá en la persona de Pedro Rojo, por levantar palabras contra la fe, quedando en suspense al no haber encontrado las pruebas suficientes para su condena.
En 1549, según documentación existente, nos indica un texto su composición y su forma de convocatoria: "...se juntaron en su consejo e Ayuntamiento a campana tañida todos los que se quisieron juntar al dicho repique... y se juntaron dos alcaldes ordinarios, un regidor, tres alguaciles, un procurador síndico, un diputado y también cuatro simples, todos ellos de Beteta y de las aldeas asistieron, Lagunaseca, tres jurados... y de Valsalobre, dos jurados..." En el siglo XVII se produce una fuerte crisis demográfica, que afectará más a los lugares donde la ganadería era más fuerte.
Sin embargo, será el siglo XVIII el que experimente una recuperación importante, siendo Valsalobre uno de los lugares que más aumento demográfico se observe.
Para ello, se llevaron a cabo expedientes jurisdiccionales, generando muchas dificultades en lugares como Valsalobre, Valtablao y sobre todo, el Tobar.
En Valsalobre será la Dehesa Boyal, con 383 hectáreas, la que quedará exceptuada de la misma.
Igualmente sucederá unos años más tarde con el paraje llamado del Común con 626 hectáreas y Sierrezuela, con 659 hectáreas perteneciente a la comunidad de Beteta y sus aldeas.
A mediados del siglo XIX el lugar tenía contabilizada una población de 317 habitantes.