Aunque no se puede definir una fecha exacta para la llegada del vals a Venezuela, es seguro que ya para mediados de ese siglo estaba presente en la escritura musical del país, registrando notas en el Nuevo Método para Guitarra y Arpa, publicado en Caracas por la imprenta de Tomás Antero.
En el cambio de siglo al siglo XX, siguieron recogiendo y componiendo valses Vicente Emilio Sojo, Pedro Elías Gutiérrez, Ramón Emilio Crassus González, Federico Vollmer, Augusto Brandt, Francisco De Paula Aguirre, Antonio Carrillo, Simón Wohnsiedler, Carlos Bonnet, Rafael Sánchez López, Laudelino Mejias, Luis Felipe Ramón y Rivera, Domingo Moret, Raúl Borges, Pedro Arcila Aponte, Juan Ramón Barrios, Moisés Moleiro, Armando Molero, Italo Pizzolante, Simón Díaz, Antonio Lauro, Manuel Yánez, Aldemaro Romero, Lionel Belasco, Pedro José Castellanos, Sebastián Díaz Peña, Luis Laguna, Inocente Carreño y Evencio Castellanos, entre otros.
Esta influencia del valse llega a los serenateros y compositores románticos, quienes divulgaron ampliamente el vals-canción.
En los Andes venezolanos se crea el pasillo, forma de valse andino, con alargada presencia en las regiones colombianas contiguas.
Con tales elementos, en 1976 plasmó el coreógrafo Vicente Nebrada un ballet, cuyos movimientos expresan una idiosincrasia determinante, traducida en una danza romántica, lírica, dramática y apasionada donde se sintetiza el carácter nacional venezolano.