En el verano de 1923 Glushkó vio un cohete experimental en exhibición en el Museo Naval.
Le dejó una impronta poderosa, llevándole a diseñar ingenuamente su propio cohete con un primitivo sistema de recuperación.
Más tarde Koroliov averiguaría que había sido denunciando por Glushkó, y esto dio como resultado la enemistad entre ambos.
Sin embargo, Stalin reconoció la importancia de los ingenieros aeronáuticos mientras se preparaba para la guerra inminente contra Hitler.
En 1946 fue diseñador principal de su propia oficina, la OKB 456, y permaneció en ese puesto hasta 1974.
También fue designado responsable de suministrar los motores cohete para Serguéi Koroliov, diseñador del R-9 (SS-8 Sasin).
Glushkó opinaba que era mejor desarrollar motores hipergólicos y aprovechar así toda la experiencia adquirida en el desarrollo de motores para misiles, en vez de comenzar todo desde cero.
En 1974, tras los exitosos alunizajes americanos, Leonid Brézhnev canceló el problemático programa lunar ruso.
El primer acto de Glushkó fue cancelar el cohete N-1, un programa que había criticado durante mucho tiempo.
Se dedicó a la creación de una nueva línea de poderosos lanzadores que quiso utilizar para establecer una base lunar, para viajes interplanetarios, y para iluminar las ciudades polares soviéticas, entre otros posibles usos.
Estas mismas dificultades explican su negativa a desarrollar un motor tan complejo cuando Koroliev se lo pidió, dado el poco tiempo de que se disponía y, lo que es determinante, por la subordinación del programa espacial soviético a la tarea defensiva.