Entre 1919 y 1921, el complejo fue ampliado con nuevas instalaciones para abastecer a la demanda creciente de Buenos Aires.
El bien estaba en manos de la ONABE, quien exigió demostrar que el edificio era apto para el fin estipulado con antelación a la cesión del mismo.
Se contó a este fin con financiación del BID para contratar los asesores necesarios para el desarrollo del proyecto definitivo, sumando al grupo básico encargado de las tareas a los ingenieros Julio Blazco Diez en acondicionamiento, Alfredo Otheguy en instalaciones eléctricas y Gustavo Basso en acústica, además de otros especialistas.
El proyecto incluía una gran nave en la que funcionarán dos salas o auditorios (uno para 1700 espectadores y otro para 500).
[5] Los mismos se desarrollaron con fuerte impulso, aprobándose la documentación ejecutiva elaborada por la empresa Caputo.
Fueron diseñados por el ar-*quitecto italiano Giovanni Chiogna para lograr un denominador estético común que hiciera a estos edificios identificables con la empresa.
La intervención aprovechó lo construido para nuevos usos, pero preservando la estructura y construcción originales La nave principal, donde originalmente estaban las instalaciones de la CIAE, fue reutilizada para ubicar las tres salas de música, la nave menor fue destinada a los accesos principales del público, y los anexos para usos administrativos, comerciales, servicios y accesos secundarios.
Se aplicaron criterios de restauración y conservación, poniendo en valor el edificio dentro del espacio urbano.
Sin alterar su esencia constructiva y estructural, se diseñó una intervención que dialogara con ella.