Turborreactor

El concepto fue desarrollado en motores prácticos a finales de los años 1930 de manera independiente por dos ingenieros, Frank Whittle en el Reino Unido y Hans von Ohain en Alemania; sin embargo, el reconocimiento de crear el primer turborreactor se le da a Whittle por ser el primero en concebir, describir formalmente, patentar y construir un motor funcional.

Von Ohain, en cambio, fue el primero en utilizar el turborreactor para propulsar un avión.

Por ello, la mayoría de los aviones modernos usan en su lugar motores turbohélice a velocidades bajas o turbofán a velocidades altas, que consumen menos combustible y son más silenciosos.

El aire a alta presión y alta temperatura (es decir, con más energía que a la entrada) es llevado a la turbina, donde se expande parcialmente para obtener la energía que permite mover el compresor (similar al funcionamiento del turbocompresor que se encuentra en los automóviles).

Después, el aire pasa por una tobera en la que es acelerado hasta la velocidad de salida.

Actualmente, estos motores alcanzan empujes de hasta 50 toneladas.

[4]​ Además, una configuración con dos rotores coaxiales ofrece ventajas adicionales:[4]​ Al igual que ocurre con la presión, la temperatura a la entrada de la turbina influye en la eficiencia del ciclo Brayton.

Actualmente, esta refrigeración se realiza mediante la técnica single crystal casting o moldeo con monocristales, lo que aumenta el tiempo que pueden estar sometidas a grandes tensiones.

La mayoría de los aviones modernos, tanto civiles como militares, usan una versión modificada del turborreactor denominada turbofán, que posee las siguientes ventajas:[5]​

Diagrama del funcionamiento de un turborreactor.
Cuanto mayor es la distancia entre las dos isobaras , mayor es el rendimiento del Ciclo Brayton .
En un motor turbofán parte del aire es desviado a un flujo lateral.