[1] Presenta una relación simbiótica micorrícica con árboles, como los castaños, nogales y especialmente los del género Quercus como las encinas o los robles.Tiene forma irregular más o menos redondeada, semejante a una patata, de superficie rugosa y color oscuro.[2] Tienen formas irregulares, una piel fina, ligeramente aterciopelada, de color ocre pálido, marrón rojizo o amarillento en el interior, y un olor intenso, muy pronunciado.La trufa blanca es una rareza, y como tal se comporta en la cocina: a diferencia de las más comunes variedades negras, la trufa blanca piamontesa pierde aroma al ser cocinada.Su peso es variable, desde unos 20 hasta unos 300 g. La piel es muy fina y está recubierta de verrugas.En este contexto, ha sido adaptada a varias presentaciones, como el aceite de trufa.En la Edad Media se las consideraba una manifestación del demonio, por su color negruzco y amorfismo.Si el medio es adecuado y no existe competencia de otros hongos micorrizógenos, la trufa coloniza la parcela rápidamente.Sin embargo, los medios instrumentales que se precisan escapan a la mayor parte de los agricultores.Por ello se aconseja adquirir plantas micorrizadas certificadas procedentes de viveros especializados.