En menos de dos años los otomanos se vieron obligados a abandonar tanto Tiflis como Ereván.
Por todo ello, la Sublime Puerta se vio obligada a firmar un tratado de paz.
Las discusiones iniciales entre Ali Paşa, por el lado otomano, y Mirza Muhammed, por el persa, en Irán sobre los cambios territoriales no representaron un gran problema.
Pero la competición entre las dos sectas del Islam, sunníes y chiíes, resultó en acaloradas discusiones en las siguientes sesiones en Constantinopla.
Pero Nader no se conformaba, planeaba anexar a sus dominios Irak y posiblemente Anatolia oriental.