Con suelos característicos del mesozoico cubiertos de detritos posteriores relativamente ricos, su orografía se caracteriza por su continuidad, en la que los desniveles no superan el 10 %.
Mientras no existe siquiera tradición acerca del pasado preislámico, para los siglos de dominio musulmán algunas fuentes orales hablan de restos epigráficos y diplomáticos perdidos en fecha reciente.
En cualquier caso, el caserío del que surge el actual Tortuera debió organizarse en el siglo XII, y sería en realidad refundación en torno al enclave militar de varios núcleos aislados precedentes.
Ubicado siempre en el límite entre los reinos cristianos de Aragón y Castilla, el pueblo seguiría en adelante los avatares del señorío molinés, con el que acabaría integrado en el reino castellano en 1152, siguiendo así un proceso de repoblación.
Como sucede en toda la zona, no hay evidencia documental alguna sobre el posible sustrato demográfico dejado por el periodo musulmán, aunque sí lo hay sobre la llegada a la zona de inmigrantes aragoneses, navarros y bearneses ávidos de tierras y derechos.
A mediados del siglo XIX, el lugar contaba con una población censada de 540 habitantes.
Por lo demás, comercio, servicios e industria se encuentran desarrollados en unos niveles básicos acordes al tamaño del lugar.
Con una imponente torre de sillería y una bóveda de crucería que invita a imaginar su pasado, permite seguir con facilidad sus etapas constructivas, pudiendo adivinarse el tránsito del estilo renacentista original hasta el postbarroco.
Siguiendo los rigores de la construcción en piedra, las fachadas se adornan con sólidos arcos y emblemas nobiliarios, y aun en lo perdido se intuye la riqueza de épocas pasadas.