Tal creencia, que no tiene fundamento científico, era en realidad un ritual cuasi mágico que convertía al campanero en un trasunto chamánico del brujo, de acuerdo con las creencias menos ortodoxas religiosas y más cercanas al sentir popular, emparentado aún con las antiguas ideas precristianas.
Así, por la necesidad imperiosa de ahuyentar las tormentas y de salvaguardar del granizo las imprescindibles cosechas que salvaran a la población del hambre, el tentenublo ha llegado casi hasta nuestros días como un magnífico ejemplo de antropología y etnografía rural en España.
[1] El toque iba acompañado de rezos a Santa Bárbara y letanías tales como «Si lluvia traes ven para acá, si piedra, vete para allá».
En la actualidad el número de parroquias que hacen el toque ha disminuido mucho.
Campaneros como Antonino Saiz, natural del pueblo, han mantenido el toque vivo hasta el día presente.