Después de esta dura batalla, los federales ya no se pudieron recuperar.
[cita requerida] Semanas antes, los generales Aregon y Pánfilo Natera, con sus seis mil hombres, habían intentado tomar sin éxito la ciudad del 9 al 13 de junio, por lo que Venustiano Carranza ordenó a Villa les enviara cinco mil efectivos de la División del Norte.
Pancho Villa y Felipe Ángeles se preparaban para marchar con toda la División del Norte sobre Zacatecas.
En tanto se concentraban y posicionaban las fuerzas revolucionarias, hubo combates, pero la artillería villista no disparó a pesar de sufrir el fuego intermitente del enemigo, que le causó algunas bajas.
En la posición que ocupaba el capitán Quiries, el general Villa pudo observar el campo del futuro combate.
El general Villa regresó a la hacienda de Moleros, en donde dio las últimas órdenes para la batalla que iba a principiar al siguiente día, pocas horas después, al disparo de un cañón.
Los últimos tres días convenció a los huertistas que ya tenía definidas sus posiciones.
La artillería de Ángeles inició el fuego sobre los bastiones federales, ubicados en los cerros.
Tropas villistas irrumpieron en la ciudad desde la Estación del ferrocarril, pero fueron repelidos por el general Benjamín Argumedo y los llamados "colorados".
Una granada explotó a escasos tres metros de donde se hallaban Ángeles y Villa observando el combate.
Los villistas tomaron la ciudad desde tres direcciones y, a pesar de sus grandes pérdidas, la superioridad numérica se impuso.
Los federales, rodeados, trataron de encontrar una salida, algunos cientos pudieron escapar hacia Aguascalientes, destruyendo las vías del ferrocarril a su paso, pero la mayoría murieron acorralados entre fuego de enfilada y cruzado.
Mientras tanto, Felipe Ángeles había mandado que un batallón tomara posiciones en el Cerro de la Virgen, cubriendo el camino real hacia Guadalupe, a fin de cortar la retirada a las fuerzas federales.
Su misión era defender el parque y las armas que se encontraban almacenadas ahí.
Cuando los villistas entraron a la ciudad, el oficial supo que no tenía escapatoria.
Esperó a que llegaran los revolucionarios, y cuando intentaron entrar hizo volar el edificio.
Más civiles murieron por las explosiones provocadas para destruir edificios estatales y municipales.
Muchos soldados encontraron la muerte al tratar de huir de la ciudad, refugiados en casas y hospitales; sin embargo, fueron diezmados por los villistas, quienes no hacían distinción entre soldados y civiles.
Para las fuerzas federales fue un golpe del que ya no se pudieron recuperar.
Esto permitió a los federales reorganizar sus fuerzas, en prevención de la batalla final.