Concluido su gobierno, fue trasladado como general de las armas del Callao.
Fue uno de los más prósperos y visionarios gobernadores que tuvo el Tucumán.
Su segunda preocupación fue el hospital, del cual carecía la ciudad desde hacía veinticinco años.
Luego el Cabildo ofreció la conducción a los jesuitas, en enero de 1690.
Solicitó se le concediera guarnición permanente, indicando de qué forma esta podría construirse.