En este sistema no hay paridad oficial de las diferentes monedas respecto al dólar o cualquier otra moneda: las cotizaciones fluctúan y los desajustes producidos por desequilibrios externos se corrigen con variaciones en los tipos de cambio.
Sin embargo en la práctica, lo habitual es lo que se denomina flotación sucia, es decir, que los bancos centrales intervienen para que los tipos de cambio se adecuen a los niveles deseados, comprando o vendiendo divisas contra su moneda nacional, si se desea que esta no se deprecie sustancialmente.
Un cambio flotante libre aumenta la volatilidad de la moneda extranjera.
Esto puede causar problemas serios, especialmente en economías emergentes.
Estas economías tienen un sector financiero con una o más condiciones de las siguientes: Cuando los pasivos son fijados en moneda extranjera mientras que los activos están en la moneda local, las depreciaciones inesperadas del cambio deterioran al banco y a los balances corporativos y amenazan la estabilidad del sistema financiero doméstico.