Terremotos de Lima y Callao de 1687

Fueron dos sismos de gran intensidad: el primero se produjo a las 4:15 de la mañana, y el segundo a las 5:30 aproximadamente, al que siguió un maremoto que arrasó el puerto del Callao y otras localidades costeras.

Se oían gemidos y oraciones en voz alta, pidiendo perdón a Dios e invocando su misericordia.

Casi todos los edificios sufrieron daños y creció el número de víctimas.

[2]​ Los estragos del maremoto se extendieron a lo largo de la costa comprendida entre Chancay y Camaná.

[2]​ Hay constancia que este tsunami tuvo también efecto en zonas tan alejadas como las costas del Japón.

El puerto de Pisco sufrió una gran devastación al ser inundado totalmente por el mar, a tal punto que dos navíos que estaban en su puerto quedaron varados en su plaza mayor.

En Cañete y Chincha ocurrió igual devastación, perdiéndose 3000 quintales de azogue que iban a ser embarcados hacia Acapulco.

[10]​ Este virrey ha dejado su testimonio sobre el terremoto, en una carta enviada al rey de España: "La tierra que pisaba hacía olas como el mar y no me podía tener en pie y arrodillado para morir, tampoco me podía mantener en el suelo…".

De haberse mantenido el pánico, la calamidad hubiera sido mayor, pues se hallaban al acecho muchos bandidos y esclavos negros a la espera de ver la ciudad abandonaba para entregarse al saqueo.

Al norte, en Trujillo, se sintió también el temblor, aunque solo como ruidos sin conmoción.

Tales medidas resultaron efectivas, y en poco tiempo la ciudad volvió a recobrar su aspecto anterior al siniestro.

El sismo produjo resquebrajaduras y desmoronamientos en su capilla pero su portentoso mural con la representación del Cristo Crucificado quedó incólume, como ya había ocurrido en el anterior sismo de 1655, lo que fue considerado como un prodigio.

Melchor de Liñán y Cisneros , arzobispo de Lima entre 1676 y 1708, que también fue virrey del Perú, antecediendo al Duque de la Palata, entre 1678 y 1681.