Este modelo fue propuesto por primera vez en 1878 por Ewald Hering, fisiólogo alemán, y posteriormente ampliado por Richard Solomon, psicólogo del siglo XX.
Estos tres pares producen combinaciones de colores a través del proceso oponente.
El proceso A es en gran medida responsable de la reacción emocional inicial, generalmente rápida e inmediata, ante un estímulo.
La teoría lo considera un proceso primario que puede ser afectivamente positivo o negativo, pero nunca neutro.
[2] Hay una respuesta máxima a cualquier estímulo emocional que suele producirse rápidamente, generalmente a partir de un shock, pero que dura sólo mientras el estímulo está presente.
[3] En consecuencia, los procesos A y B están vinculados temporalmente, pero se creía que dependían de diferentes mecanismos neurobiológicos.
Las investigaciones sobre los mecanismos cerebrales de la adicción a las drogas mostraron cómo el proceso A se equipara con el placer derivado de las drogas y, una vez que se debilita, le sigue el fortalecimiento del proceso B, que son los síntomas de abstinencia.
[8] La contribución más importante son los hallazgos de Solomon sobre la motivación laboral y el comportamiento adictivo.
En la etapa inicial (que consta de los primeros estímulos), los perros experimentaron terror y pánico.
La contrarrestación tiene lugar después de la respuesta hedónica inicial como medio para restaurar la homeostasis.
Luego es contrarrestado por el proceso oponente que lo devuelve a su nivel original de homeostasis.
Los sentimientos negativos comienzan a afianzarse nuevamente, que en este caso sería el ansia de nicotina.
Más allá del comportamiento adictivo, la teoría del proceso oponente puede, en principio, explicar por qué procesos (es decir, situaciones o estados subjetivos) que son aversivos y desagradables pueden seguir siendo gratificantes.
[13] En consecuencia, la teoría del proceso oponente también puede ayudar a explicar comportamientos psicopatológicos como la autolesión no suicida.