A los 22 años entró en el Monasterio de Sakkudion (Bitinia), siendo abad su tío Platón.
[3] En 794 Teodoro alcanzó el abadiato de este monasterio al retirarse su tío, que se dedicó a la vida silenciosa.
Irene, la nueva emperatriz, levantó el exilio,[5] y le ofreció ser abad del Monasterio de Studion en Constantinopla, lo cual aceptó.
Como abad, reformó la disciplina eliminando supersticiones diversas (cirios, incienso, ceremonias, culto excesivo a las reliquias).
Según Teodoro, el monje debe tener tres cualidades: la castidad, la estabilidad (no cambiar de monasterio a menudo) y la pobreza.