Todavía siguió dos años más de maestro, hasta que le sobrevino la muerte.
Su música compuesta en el Patriarca se la llevó a la seo al pasar allí de maestro.
Como aventajado seguidor de Comes, su estilo es grandioso y su música, escrita para grandes capillas, incluye con frecuencia composiciones para doce voces en tres coros, cada uno con un color propio.
Tal vez por la excesiva duración del Sanctus en la misa, al igual que otros compositores coetáneos, no escribe el Benedictus, aunque en algunas copias posteriores aparece añadido por otros.
En sus motetes destaca el uso policoral de doce voces, sin faltar el bajo continuo de órgano y arpa, escritos en estilo moderno con texto bíblico seccionado en frases.
Estrechamente emparentados en cuanto a la forma son sus responsorios, versos y secuencias escritos a catorce, quince y dieciséis voces, pero en número reducido por la poca cabida que tenían en la liturgia, salvo las lamentaciones de Semana Santa, todas muy solemnes y bien trabajadas.
Escribió música para todas las partes de las completas: salmos, cántico, himno y antífona final.
El estilo es fundamentalmente contrapuntístico-imitativo en algunas voces con sobriedad de ornamentos melódicos.