Representaron Militaire et pensionaire, Pas de fumée sans feu, La corde sensible y otras obras.
Los zuavos dejaron el teatro libre a una compañía francesa, en que figuraban Mlles.
[9] En 1861 los espectáculos que se ofrecían en este teatro justificaban el título de Variedades.
Una compañía dramática española, que actuó durante corto tiempo, estrenó La paloma torcaz, primera producción de Martínez Pedrosa.
En febrero vino otra compañía francesa, y Arjona se marchó con la suya al Novedades.
En septiembre se estableció Romea en este teatro con una compañía modestita, pero que interpretó maravillosamente algunas comedias, merced a las especiales condiciones del director.
Romea rebasó el nivel artístico de Arjona en este linaje de obras, y sobre todo en El café (que nosotros le vimos representar) se reconoció la supremacía del aquel actor sobre todos los que han interpretado la comedia.
La obra salió bien porque tomaron parte en su desempeño Pepita Hijoisa y Emilio Mario; pero las transformaciones no complacieron a todos, por efecto de la escasa amplitud del escenario.
Para esta temporada había reformado Romea la compañía; estaba compuesta de Carmencita Berrobianco, Manuela Ramos, Javiera Espejo, Felipa Orgaz, Florencio Romea, Francisco Oltra, José Calvo, Jorge Pardiñas, Ricardo Morales, Emilio Mario y Antonio Vico.
[16] En 1865 se representó El corazón en la mano, comedia en tres actos de Enrique Pérez Escrich; en marzo Súllivan, con ovación a Romea.
Civili era guapa, tenía arrogante figura y declamaba bien, aunque sin poder substraerse a la exageración de la escuela italiana.
Tenía cierta facilidad para pronunciar el castellano, y en mayo se determinó a representar en nuestro idioma una pieza titulada La casa de campo, con extraordinario éxito.
En julio se despidió del público recitando, también en castellano, una poesía titulada «¡Adiós!», en medio de grandes aplausos.
Civili pronunciaba bien el español; aunque no podía desechar cierto deje especial, parecido al de los valencianos o mallorquines; así es que el público no se puso enteramente de su parte.
[17] La aceptación que tuvo en la zarzuela Los dioses del Olimpo sugirió, sin duda, a Arderíus la idea de trasplantar en Madrid el género bufo, que tanto furor estaba haciendo en la capital de Francia, y habiéndole producido buena impresión la prueba que hizo en aquel teatro, en marzo y abril, se decidió a poner en práctica el negocio, tomando por su cuenta el teatro de Variedades que bautizó con el nombre de Bufos Madrileños.
Abrió la temporada en septiembre con una obra en dos actos, de Eusebio Blasco y el maestro Rogel, titulada El joven Telémaco, que, en honor de la verdad, tuvo un éxito completamente satisfactorio y proporcionó al empresario buenas entradas.
Aparecía en escena, sobre un pedestal, el busto de Arderíus, con tal propiedad y una inmovilidad tan absoluta, que el público no pudo reconocer al actor en la aparente escultura, hasta que le vio salir del pedestal y bajar al proscenio para saludar a los espectadores.
En octubre se interpretó Compañía de declamación, dirigida por José Mata, que era un buen autor, en la que figuraban Enriqueta Lirón, María Ruiz, Julia Cirera, Mercedes Aznar, Pizarroso, Boldún, Juan Mela, Ricardo Calvo, Eduardo Maza y Antonio Riquelme.
El director de orquesta era Lázaro Núñez Robres; y la butaca costaba doce reales.
También Hernán Cortés, un drama en un acto, primera producción del joven Carlos Jiménez Placer, que gustó al público.
Algunos, como este último (antiguo corral de comedias y sede del teatro nacional), se reconstruyeron, otros desaparecieron para siempre.