[4] En este sentido, Meyer considera esta una de las prerrogativas «metaconstitucionales» con las que contaban los gobernantes mexicanos.Por ello, según Loaeza, las elecciones eran «otra forma de intervención del sistema político en la sociedad».[8] Con estos comicios se inauguró la «tradición de unanimidad» en este proceso, cuya eficiencia fue fundamental para la «estabilidad política del milagro mexicano» y otorgó al mandatario en curso la capacidad de «escoger a solas y sin turbulencias a su sucesor».En suma, el tapadismo era para los políticos un «juego de adivinanzas difícil y cargado de significado» que puede representar para ellos un rápido avance político o la caída en un «olvido prácticamente total».No obstante, se desarrolló en el marco de un periodo de la historia mexicana del «partido casi único» y se sustentaba en tal partido hegemónico, en una presidencia «con poderes constitucionales y metaconstitucionales» y normas e instituciones electorales fundadas por el propio Estado.