Se hizo conocido especialmente por sus grabaciones de bromas telefónicas a personas desconocidas.
Su carrera como humorista comenzó accidentalmente en 1958, cuando grababa bromas telefónicas para que su amigo Sixto (quién estaba en cama día y noche como consecuencia de una enfermedad) se distrajese.
Además, hay neblina adentro del placard; uno busca un sobretodo y a lo sumo encuentra un calzoncillo...".
Para ser más confuso, el "doctor" suele dar nombres que se prestan fácilmente al doble sentido como: "Salustiano Ramón Juan Antonio Vergatiesa", o apellidos como: Tahretti, Rabufetti, Raulito, Quintana, Tarufeti, Zarrasqueta, Caparazo, Carabali, Durañona, Fiorito, Gandolfi, Varela, entre otros.
Algunos "reclamos" se destacan por un planteo absurdo: fotocopiadoras que copian con errores de ortografía, ataúdes fallados (el ataúd está tan mal hecho que parece de cemento armado), etc.
Es el que hizo a un carpintero italiano sobre un supuesto placard mal hecho, en la calle "Figuerola" (nombre ficticio inspirado en la calle Figueroa, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que sí existe), y en el que la queja era, entre otras: "en este placard hay neblina; uno busca un sobretodo y a lo sumo encuentra un calzoncillo".
El Dr. Tangalanga no tenía problema alguno en insultarse a sí mismo o a su familia y sabía admitir cuando alguno de sus interlocutores le "seguía la corriente" insultándolo de la misma manera en la que el Dr. lo hacía y continuándole las bromas.
Entre sus seguidores más entusiastas se encuentran Luis Alberto Spinetta, Ricardo Mollo, Diego Arnedo y David Lebón,[8] renombrados músicos argentinos.