[4] Sus orígenes se remontan a la repoblación efectuada en la zona durante el siglo X tras los avances hechos en Sahagún, Carrión y Astudillo.
Dicho origen podría estar relacionado con la fundación del monasterio de San Miguel, ya mencionado en 960.
[10] Otra teoría, defendida por Moralejo Laso y Menéndez Pidal, indica que la palabra «Támara», de origen prerromano, significaría choza, pajar o majada,[11] con la cual estaría relacionada posteriormente el término castellano antiguo «támara», que hacía referencia a leña menuda, despojo de troncos o de leña gruesa.
A nivel geológico los materiales que nos encontramos son calizas, yesos y graveras, aprovechados históricamente para la construcción.
Sus cursos fluviales se caracterizan por la irregularidad de su caudal, con estiajes en época estival y crecidas en otoño e invierno debido a la lluvia.
El complejo monástico y hospitalero se construyó junto a la iglesia románica que ya existía.
La orden sanjuanista se tomó mucho interés por la villa de Támara y en 1333 intercedió ante el rey Alfonso XI para obtener la concesión de un mercado semanal que supondría franquicias y pingües beneficios; el mercado tuvo lugar todos los viernes del año.
[34] Ya en el siglo XVI, la diócesis se hizo cargo de la administración del hospital.
Todo lo cual hizo posible que la villa creciera y aumentaran las construcciones de buenos e importantes edificios.
Asimismo también pagaban al rey varios tributos, entre los que se encontraban 550 maravedís en concepto de martiniega, así como monedas, servicios, fonsadera y yantar.
Entre ellos distingue siete beneficiados, un teniente de cura, un sacristán, dos acólitos, un escribano, tres estudiantes, 26 labradores, 127 jornaleros, ocho artesanos, un empleado a sueldo real, tres con fuero militar y 645 menores o sin profesión especificada.
Contaba con 200 casas, hospital, posada, escuela de primeras letras, varias fuentes, dos parroquias y una ermita.
Junto con la agricultura, otras actividades económicas eran la desempeñada por varios arrieros y la elaboración de calcetas.
[42] Durante el resto del siglo XIX su población permaneció estable, pero desde la segunda década del siglo XX la localidad experimenta un descenso demográfico, siendo especialmente intenso entre 1950 y 1981, cuando perdió casi 300 habitantes debido al éxodo rural.
Se llega a ella desde la plaza subiendo una gran escalinata o bien por una rampa moderna en zigzag.
La tradicional economía vitícola dejó su recuerdo en una treintena de bodegas excavadas en la falda del cerro donde se alza la villa.
[50] Para el transporte por autobús cuenta con servicios locales a Melgar de Fernamental, Astudillo y Palencia.
[54] Respecto a la distribución del suelo, en 2007 los terrenos municipales se repartían de la siguiente forma: herbáceos (83,75 %), pastos (8,91 %), otros espacios (6,35 %), forestales (0,73 %) y leñosos —viñedos— (0,26 %).
[32] Situada en un pequeño cerro cercano a la plaza, al que se accede por una escalinata o una rampa, presenta una única nave, vanos con arco de medio punto doblado y cubierta moderna soportada por arcos apuntados.
Conserva todavía una torre medieval del siglo XII con huecos de arco románico para campanas.
Sobre su vértice descuella un escudo y más arriba se abre un hueco redondo a modo de rosetón muy simple.
Magdalena estaba casada con Francisco Vizcarreto, que tenía el apellido Sandoval por vía materna.
El escudo central está colocado sobre un balcón y se le supone posterior pues lleva las armas de sus descendientes Sarmiento-Arroyo.
Una de ellas titulada Castilla y León, escrita en su juventud, fue estrenada en Támara el año 1876.
Su fecha de construcción es desconocida aunque su planta se inscribe entre visigótica y románica.
[76] El edificio tiene un cierto valor arquitectónico con un estilo que recuerda las casas construidas por los indianos santanderinos o asturianos.
[75] Fueron diseñadas por el arquitecto Jerónimo Arroyo, natural de Palencia, a principios del siglo XX.
En tiempos pasados este enclave sirvió para reunión del consejo de la villa.
Porta en su mano una vara con una bola que cuelga y va dirigiendo al grupo de los ocho danzantes.
Es atrevido y suele ir narrando los acontecimientos ocurridos durante todo el año, de forma descarada e irreverente.