El monje había sido testigo directo de la acción, que relataría una década después.
La situación de París evitaba que los vikingos pudieran seguir avanzando por el cauce fluvial sin tomar la plaza.
La torre no se encontraba finalizada pero resistió la acometida y tras una dura lucha, los parisinos la repararon e incluso añadieron un piso.
En siguientes ataques, los vikingos trataron de acercarse con las torres y usando formaciones similares al testudo que usaron en el pasado las legiones romanas.
Cuando la peste empezó a asolar la ciudad (provocando la muerte del obispo Gozlin) y la fuerza de socorro enviada fue aniquilada por los vikingos, se decidió a actuar Carlos el Gordo que por entonces era el emperador carolingio, firmando un acuerdo con los atacantes, mediante el cual les pagaría un danegeld (tributo) y les permitiría pasar hacia Borgoña (que se negaba a reconocer la autoridad de Carlos).