Oppersdorff mantenía una orquesta privada y el compositor fue honrado con la interpretación de su Sinfonía n.º 2 en re mayor, escrita cuatro años antes.
[2] Otros comentaristas sugieren que la Cuarta estaba esencialmente completa antes del encargo de Oppersdorff,[6] o que el compositor aún no se sentía listo para seguir adelante con "la Quinta tan radical y emocionalmente exigente", o que el evidente gusto del conde por el mundo más haydniano de la Sinfonía n.º 2 impulsó otra composición en una vena similar.
[7] Aunque Oppersdorff había pagado los derechos exclusivos de la obra durante los primeros seis meses, su orquesta no realizó el estreno.
[2] La dedicatoria que figura en la partitura impresa es para el «noble silesiano conde Franz von Oppersdorf».
Esto puede parecer cierto a primera vista, pero hay mucho que el análisis de Schumann deja sin decir.
El Adagio, de unos 3 minutos, sirve como introducción y proporciona una atmósfera misteriosa y reservada con la siguiente melodía: Esta introducción intensamente premonitoria e incluso trágica podría sugerir el tipo de Clasicismo que trascendió la Eroica.
Beethoven utiliza por primera vez una manera de presentar el tema que luego utilizaría en su Sinfonía n.º 7, este consiste en presentar el tema con los violines y maderas con un tono alegre e inofensivo y después con toda la orquesta.
[4] El segundo movimiento, Adagio, está en mi bemol mayor, en compás de 3/4 y responde a la forma sonata sin desarrollo.
El motivo principal, de sublime reflexión, es presentado por los violines primeros con una expresión tiernamente lírica que contrasta directamente con la figura inicial.
Con un tempo rápido, este movimiento lleva la celebración y la atmósfera alegre a un alto nivel que continúa hasta la coda.
[1] Como es habitual en esta etapa de la carrera del compositor, la sinfonía dividió la opinión entre quienes escucharon las primeras interpretaciones.
[14] No obstante, cuando Berlioz escribía su crítica musical, la Cuarta ya se tocaba con menos frecuencia que otras sinfonías de Beethoven.
Se dice que Robert Schumann le gustaba mucho y fue una influencia importante en su Sinfonía n.º 1.
Ya en 1831, un crítico británico señaló que la Cuarta era la "menos frecuentemente presentadaa" de las primeras seis, aunque, en su opinión, "no era inferior a ninguna".
[13] En 1896, Grove comentó que la obra había "recibido escasa atención en algunas de las obras más destacadas sobre Beethoven".