Sexualidad carcelaria

[5]​ La primera investigación formal sobre la sexualidad en las cárceles se llevó a cabo con reclusas mujeres por Otis, en 1913.

El título de «mamá» o «mami» se le daba a una mujer maternal mayor en la familia, y el de «papá» o «papi» se le daba a una mujer dominante, que es menos femenina.

Tales «padres» suelen ser mayores y son vistas como mentoras de reclusas más jóvenes.

Una encuesta realizada por Propper en 1976 sobre las razones para tener relaciones homosexuales encontró motivos tales como «por juego, manipulación económica, soledad, necesidad de compañía y afecto genuino».

[6]​ En 2014, The Daily Telegraph describió que las relaciones sexuales consentidas entre mujeres en las cárceles del Reino Unido eran «muy comunes».

[6]​ Hombres físicamente más débiles pueden ofrecer sexo consentido a cambio de protección, seguridad, bienes o apoyo.

[3]​ Hombres heterosexuales en prisión ven sus actos homosexuales como «específicos de la situación» y es posible que no se consideren a sí mismos bisexuales.

Tales hombres a menudo describen cómo se imaginan estar con una mujer mientras participan en el acto sexual con otro recluso.

La pareja dominante hace que su compañero asuma el papel femenino para así sentirse más masculino y poderoso.

[10]​ Una investigación hecha por Jonathan Schwartz para el documental Turned Out: Sexual Assault Behind Bars encontró que «en poblaciones carcelarias masculinas donde el derecho a la penetración (anal y oral, o tal vez el derecho a poseer una «esposa») es el último símbolo de dominación - [es] parte de la economía simbólica de un entorno hipermasculinista y exclusivamente masculino».

En los raros casos en que a los reclusos se les permite el contacto con miembros encarcelados del sexo opuesto, se ha demostrado que las relaciones íntimas son beneficiosas para el estado interpersonal y psicológico de los reclusos.

[16]​ Las visitas conyugales están restringidas solo a reclusos o reclusas que muestran buen comportamiento, y en algunas jurisdicciones esto solo está permitido para parejas casadas, mientras que otras permiten parejas de hecho.

[20]​ No obstante, tales relaciones no están permitidas y, por lo tanto, cualquier recluso que sea sorprendido en tal actividad puede enfrentarse a castigos como ser excluido de los programas de liberación laboral.

También han ocurrido casos de reclusos que tienen relaciones con abogados mientras estos visitan clientes en la prisión.

En algunas jurisdicciones, las relaciones sexuales entre el personal penitenciario y los reclusos son ilegales independientemente de que haya consentimiento.

[29]​ La cárcel es una comunidad sexológicamente caracterizada por masturbación abierta y por encuentros homosexuales que pueden ser consensuales, coercitivos o incluso de abuso (violaciones).

No se sabe que tales hombres tengan antecedentes de agresión sexual previos al encarcelamiento.

[38]​ Miembros de la comunidad LGBTQ+ son encarcelados a tasas más altas que personas heterosexuales en los Estados Unidos.

[39]​ Además, tienen 2.6 veces más probabilidades que reclusos heterosexuales de ser agredidos sexualmente por parte del personal penitenciario.

[39]​ Los reclusos transgénero, en particular, son víctimas de una discriminación más fuerte que cualquier otro grupo demográfico en las prisiones.

Otros estados, como Tennessee, tienen en cambio leyes restrictivas contra la identificación de género en las prisiones.

Conduce a más agresiones sexuales por parte de otros reclusos y del personal penitenciario.

[41]​ A pesar de que la ley estatal prohíbe todos los actos sexuales, el sexo sigue teniendo lugar en las cárceles, ya sea consentido o bajo coacción violenta.

[44]​ Sin condones, algunos presos se ven obligados a improvisar, como usar espuma para prevenir la transmisión del VIH.

Debido a que la tasa de ITS es mucho más alta en la prisión, algunas prisiones brindan asesoramiento y pruebas voluntarias del VIH para educar y reducir comportamientos de riesgo del VIH.

[51]​ La salud es prioritaria en muchas prisiones, especialmente cuando los presos regresan a sus comunidades una vez que cumplen sus condenas.

[53]​ Además, menciona que no se puede clasificar la sexualidad de un recluso como heterosexual u homosexual durante su estancia en prisión porque podría no ser adecuado; su sexualidad es mantenida en suspenso porque actúan más sobre la base de necesidades personales que sobre necesidades interpersonales.

[2]​ En 1958, Gresham Sykes propuso el «modelo de deprivación», según el cual los reclusos heterosexuales luchan contra las privaciones y crean una subcultura carcelaria.

Los reclusos se ven privados de sus necesidades sexuales y desean alguna actividad, recurriendo a la masturbación, al sexo consentido o bajo coacción.

Según tal modelo, los reclusos crean una cultura penitenciaria única basada en valores del exterior.