Durante su infancia se vio fuertemente impactado por las imágenes de posguerra: hambre, pobreza y soldados mendigando en las calles.
Autodidacta, aprendió el oficio de tipógrafo mientras en su tiempo libre leía a Bakunin, Malatesta, Proudhon, Kropotkin y Élisée Reclus.
Un grupo de militantes anarquistas entre los que se hallaba Di Giovanni interrumpió la función arrojando volantes y gritando «¡Asesinos, ladrones!» a los dignatarios italianos.
Dos efectivos aguardaron en las inmediaciones hasta dar con Severino, el cual se dio a la fuga tras la orden de «alto».
En medio de la persecución se realizaron tiros cruzados entre los efectivos y Di Giovanni.
En la Penitenciaría fue interrogado bajo tortura, lo que ayudó a dar luego con el paradero de su aliado Paulino Scarfo.
[4] La defensa de Di Giovanni le costaría a Franco su baja del ejército, encarcelamiento y destierro.
Lo rechaza al probar el primer sorbo: «Pedí con mucha azúcar… No importa, será la próxima vez» dice con humor ácido.
El escritor Roberto Arlt presenció la sentencia y escribió una redacción al respecto.
No se tienen muchas fotos de Severino, y las que hay son muy pocas.