El señorío de Benejúzar fue concedido a Jaime Rosell y Desprats a mediados del siglo XVI por el rey de España Felipe II.
Benejúzar era una heredad que en el siglo XIII, tras la reconquista cristiana de la Vega Baja, fue entregada en propiedad a la familia Martí, quienes la mantuvieron hasta finales del siglo XV.
A la muerte del II Señor, sucedió su hijo Alfonso Rosell y Rocamora, III Señor y Caballero de la Orden de Calatrava.
Además fue durante la Guerra de Sucesión Española un fiel aliado del Archiduque Carlos.
Tras finalizar la Guerra de la Independencia, el tiempo del antiguo régimen había quedado atrás y los señoríos fueron abolidos.