Ambas empezaron a hablar en conferencias abolicionistas, entre una tradición de mujeres que había hablado en público sobre asuntos políticos desde días coloniales, tales como Susanna Wright, Hannah Griffitts, Susan B. Anthony, Elizabeth Cady Stanton y Anna Dickinson.
Si bien su familia reconocía su notable inteligencia, se le impidió recibir una educación sustantiva o perseguir su sueño de convertirse en abogada, por ser objetivos «poco femeninos» (unwomanly).
[10] Sintiéndose confinada en su rol, Sarah desarrolló una conexión tal con los esclavos de su familia que disgustó a sus padres.
[b] Entonces, Sarah dio lecciones en secreto a su esclava personal, Hetty, de escritura y lectura; cuando Mary y John la descubrieron, su padre enfureció de tal manera que casi hizo azotar a la joven esclava.
Años más tarde, Sarah se refirió al incidente, escribiendo: Su hermano, Thomas, fue a la Escuela de Derecho Yale en 1805.
Tras examinarlo, Physick declaró que no podía hacer nada por ayudar, y les sugirió tomar el aire del pueblo pesquero de Long Branch, Nueva Jersey.
[15][16] Como resultado de esta experiencia, Sarah se volvió más segura en sí misma, independiente y responsable.
Permaneció unos meses en Filadelfia, conociendo a Israel Morris, quién le introduciría en el cuaquerismo, concretamente en los escritos de John Woolman.
[4][17] Tras volver a Charleston, decidió regresar para convertirse en pastora de los cuáqueros y abandonar su educación anglicana.
En ese tiempo viajaron por Nueva Inglaterra hablando en el circuito abolicionista, al principio dirigiéndose a mujeres en grandes salones e iglesias pequeñas.
[17] En 1868, Sarah descubrió que su difunto hermano había tenido tres hijos ilegítimos y mestizos como esclavos personales.
Sin embargo, sus intentos iniciales de atacar al esclavismo les causaron problemas con la comunidad cuáquera.
Rechazada e ignorada, rompió con los cuáqueros; en este momento comenzaba a calar el discurso abolicionista en el público.
Su discursos eran visto como «poco femeninos» porque hablaban a personas de ambos sexos, denominadas «audiencias promiscuas» (promiscuous audiences).
Aparentemente, Weld le había escrito recientemente una carta en la que detallaba su insuficiencia a la hora de dar discursos.