Obedeciendo siempre órdenes de sus superiores se posiciona firmemente del lado del Gobierno, pese a que no le gustó la brutalidad empleada en algunos casos.
Durante la Guerra civil española tuvo como suboficial un papel destacado en la educación y organización y dirección de las unidades policiales de izquierda, y posteriormente pasó a mandar distintas unidades del paramilitares del Ejército republicano, pero siempre en relación con el apoyo a las unidades de vanguardia como las brigadas Mixtas apenas alguna vez como fuerza directa de choque.
Allí su experiencia técnica y capacidad organizativa fueron determinantes para su ascenso por méritos de guerra.
En 1937, fue ascendido a sargento y promovido pronto a realizar el cursillo de oficiales, mientras convalecía de su nueva herida en el frente.
Su posición como era albañil era destacada por su fortificación de trincheras y parapetados por lo que pudo salvar en varias ocasiones la vida junto a sus hombres que le sacarón hasta una canción.
Pese a que se creía que las fuerzas policiales estaban formadas por militantes de izquierdas, el hecho de que se rompiera el país por regiones y no por ideales hacía tener infiltrados en sus filas, tardando mucho en ser reconocidos, en ocasiones lograron burlar a sus jefes hasta el final de la contienda.
Finalmente, obligado a renunciar a su puesto y entregado su uniforme en mayo de 1939, pese a tener que habérselo hecho él para casarse en 1937, pues no recibía la uniformidad que le correspondía y su documentación, emprende un giro a su futura vida volviendo a su antiguo oficio de albañil en donde con el tiempo hará carrera llegando a encargado de obra construyendo numerosas obras de reconstrucción del país, como carreteras, puentes, casas para alojamiento del pueblo, que el nuevo régimen donaba a diversas familias falangistas y sin recursos.
El luto fue la tónica de la boda apenas unos meses más tarde con todos los preparativos organizados.