El término municipal, ubicado en el valle del río Tajuña, cuenta con una población de 8319 habitantes (INE 2024).
Por algunos objetos y lápidas funerarias que se han encontrado en sus alrededores, se podría suponer que es de fundación anterior a la época romana, cuando los pobladores prehistóricos abandonan las cuevas cercanas al río y se establecen en recintos fortificados que contienen chozas de barro y madera.
Por supuesto, llegan los romanos, pues a ellos es debida la decidida apuesta por aprovechar al máximo las aguas del río Tajuña o Tagonius como se conocía en latín.
A mediados del siglo XIX, el lugar contaba con una población censada de 2482 habitantes.
Las dos alturas culminan en una cubierta de teja cerámica a cuatro aguas.
En 1888, fue reformado por Diego María Jarava, mejorando sus prestaciones y relegando al abandono a otro artefacto del municipio, el Molino Hundido.