Las calles hacia el sur en un primer momento recibieron nombres de literatos mexicanos (Eligio Ancona, Salvador Díaz Mirón, Amado Nervo).
No fue sino hasta el siglo XIX cuando la capital inició su primera expansión, en la época en la que Santa María creció en importancia y en población.
[5] Durante la ocupación estadounidense, el área fue una fuente de resistencia determinada contra las patrullas norteamericanas, que no querían entrar en Santa María por las noches.
[6] En 1861, durante la segunda intervención francesa, la zona fue oficialmente designada «colonia» de la Ciudad de México, y luego cobró importancia debido al mayor desarrollo residencial, especialmente por pequeños comerciantes y trabajadores estatales, profesionistas e intelectuales.
Durante el Porfiriato, varias lograron pavimentarse y tener alumbrado eléctrico; pero no fue sino hasta mediados del siglo XX cuando todas las calles de Santa María se vieron asfaltadas.
Aunque hay delincuencia a cualquier hora del día, la falta de iluminación nocturna aumenta los riesgos.
La delegación Cuauhtémoc aseguró que "en la calle Cedro y zona aledaña se tienen 73 luminarias, de las cuales sólo 10 por ciento necesitan reparación, mientras que están en proceso de instalación 564 postes nuevos con sus respectivas luminarias.
En cambio, Carlos Fuentes, en La frontera de cristal eligió a la Colonia Santa María la Ribera como ejemplo de lugar que en los años ochenta supuestamente daba vergüenza a sus habitantes y deprimía a los turistas estadounidenses: «[...] por Mariano Escobedo a Ejército Nacional a Puente de Alvarado y la Estación de Buenavista, más allá de San Rafael, cada vez más bajo todo, más incierto entre su construcción y su derrumbe, ¿Qué es nuevo, qué es viejo, qué está naciendo en esta ciudad, qué está muriendo, son la misma cosa?
Su estructura (conformada por varios arcos y columnas neoárabes está realizada completamente en hierro, material de construcción en boga en aquella época, y es probable que se haya fundido en Pittsburgh, Pennsilvania, en hornos propiedad del magnate estadounidense Andrew Carnegie, debido a la relación de amistad que tenía con el diseñador del kiosco.
Posteriormente, durante las fiestas del centenario de la independencia, el entonces presidente Porfirio Díaz mandó erigir un monumento en ese sitio: el hemiciclo a Juárez.
Se ha intentado rescatar como centro de reunión cultural, con actividades artísticas, conciertos y cine, pero son esporádicos.
La comunidad ha redoblado esfuerzos para rodearlo del viejo encanto de la colonia, con cafés, casas de la cultura y diversas actividades y diversos comercios se han establecido en torno a este monumento.
La más reciente modificación del parque consistió en retirar el adoquín rosa, tan característico y pintoresco, para reemplazarlo por cuadros de concreto, que le restaron colorido.
[cita requerida] Otro personaje urbano que concede fisonomía a la colonia es el Museo Universitario del Chopo.
En sus orígenes (1904) el edificio estuvo destinado a exposiciones permanentes de artículos nacionales y extranjeros.
Desde 1911, su organización como museo, se confió a Jesús Díaz de León, su primer director.