Se cree que murió por las heridas de un oso salvaje en la arena bajo el emperador Diocleciano (284-305).
Estuvieron presentes en el concilio 630 representantes de todas las iglesias cristianas locales.
El Patriarca de Constantinopla Anatolio sugirió al consejo que la decisión se dejara al Espíritu Santo, a través de Santa Eufemia.
Ambas partes escribieron una confesión de su fe y la pusieron en la tumba de la santa, que fue sellada en presencia del emperador Marciano (450-457), poniendo el sello imperial sobre ella y estableciendo una guardia para vigilarlo durante tres días.
Este milagro fue atestiguado en una carta enviada por el Consejo al Papa León I:
Allí, durante las persecuciones de los iconoclastas, se dice que su relicario fue arrojado al mar, de donde fue recuperado por dos armadores, los hermanos Sergio y Sergonos, que pertenecían al partido ortodoxo, entregándolo al obispo local, que lo escondió en una cripta secreta.
Santa Eufemia es venerada en Croacia, Italia, Francia, Argentina, México, Portugal y España.
El 14 de abril de 1410 se le apareció al infante don Fernando "el de Antequera", que iba a recuperar las tierras a los musulmanes, y ella le dijo: "No temas y que nos salga el sol por Antequera".
La imagen contiene en su mano izquierda una palma y a su mano derecha un libro; A sus pies dos leones simbolizando su martirio y el escudo de la Ciudad.
Atendiendo a este criterio, el 16 de septiembre el Misal Romano incluía a San Cornelio, San Cipriano y Santa Eufemia.