Cuando contaba solo con ocho años, fue hecho prisionero junto a su madre y hermanos por su tío Pedro III de Aragón, quién atacó Perpiñán y obligó a huir al rey Jaime, que tuvo que dejar atrás a su familia.
Más adelante fueron enviados a la corte francesa para educarse.
De vuelta al reino paterno, el heredero Jaime renunció a la sucesión (1299) para hacerse franciscano.
Sancho fue reconocido finalmente heredero en 1302, a pesar de padecer una enfermedad crónica.
Esta falta de descendencia masculina legítima sería una dificultad añadida para la supervivencia del reino.